viernes, 17 de octubre de 2008

Serrablo: una comarca de arte (y 5)



Y vamos al último Museo que nos ha sorprendido tan gratamente.
El Etnográfico. Aquel del cual nada menos que Julio Caro Baroja dijo en 1980: De todos los Museos etnográficos que he visitado creo que este es el mejor, dentro de sus limites. Creo también que es fundamental para entender el viejo mundo pirenaico".



Al acercarnos nosotros también pensamos que, afortunadamente, ahora en muchos pueblos, en muchas comarcas y poblaciones han descubierto que su pasado es digno de conservarse, de mostrarse, de no dejarle caer en la nada del olvido y el silencio,


y hay muchos Museos Etnográficos, de Artes y Costumbres populares.

Hago un mínimo recuento de los que conozco, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid: el de Pinto (puede verse en este mismo blog), el de Manzanares el Real, el de Chinchón, el de Horcajuelo de la Sierra...

(Pinchar para ampliar sobre la imagen)


Pues bien el de Sabiñanigo abrió sus puertas en 1979 en un momento muy duro, de despoblamiento de la zona, y de "rapiña" de sus elementos identificadores...Menos mal que se llegó a tiempo de recoger muchos de ellos, de darles digno cobijo para poder conocerlos, evocarlos, mostrarlos, fijarlos en la memoria, sentirlos como parte de la vida.


Está en las afueras del pueblo, en el barrio conocido como El Puente, por el que allí se encuentra sobre el rio Gállego y se instala en la Casa el Batán, una casa tipicamente pirenaica que, como su nombre indica, pertenecía a la familia de los poseedores del Batán, el molino de mazas de madera para suavizar en el río las piezas de lana. Sobre su cubierta de tejas, la recia chimenea coronada por una cabeza de toba esculpida, tradicionales en la zona y conocidas con el sonoro nombre de espantabruxas. Completa el conjunto la balconada de madera en la solana, el corralillo...Tiene dos plantas y la falsa o buhardilla que ha sido recientemente ampliada con otro edificio anexo.


Una vez más los Amigos de Serrablo están detrás y delante de todo el proyecto
Nada más entrar por el patio empedrado donde se encuentra la completa herrería transplantada desde Lasaosa



ya penetramos en otro mundo cuajado de rituales que se nos antojan mágicos, presididos por el ciclo de las estaciones y las fiestas religiosas
. Y así recorremos todos los oficios y actividades de la zona y las costumbres más arraigadas, como el absoluto respeto a los mayores, la fundamental figura del tión que era el hermano no heredero del amo. el tizón de la Navidad, la música tradicional del pirineo, las romerias y tradiciones piadosas... Y una sala muy emotiva dedicada a los pueblos que definitivamente quedaron abandonados por el éxodo, de los cuales se ha tomado como referente el de Ainielle, al que Julio Llamazares ha inmortalizado en su novela La lluvia amarilla.

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