viernes, 22 de mayo de 2009

Tarragona: el balcón de la historia (2º)

Nos han contado que muchos tarraconenses, cuando salen a dar una vuelta, suelen decir: "Voy a tocar hierro y vuelvo enseguida". Se refieren a la preciosa barandilla de hierro que bordea lo que, con toda razón, se llama "el balcón del Mediterráneo"... 

  Porque estas costas mediterráneas vieron llegar, en el año 218 (a.d.C.), a la naves de los romanos que, con gran sentido estratégico, llegaban para cortar las retaguardias de los cartagineses e impedirles seguir amenazando a Roma; la primera batalla fue cerca de una aldea ibera llamada Kesse, la futura Tarraco, y aquí montaron su campamento al que pronto, dados los buenos resultados obtenidos y su buena situación, dotaron de murallas y de puerto. Y todo fue hecho por orden de los hermanos Escipiones. En la fachada del Museo Arqueólogico: Tarraco obra de los Escipiones Luego, mucho tiempo después, Tarraco fue elegida como Ciudad Imperial muy valorada por los emperadores, convirtiéndose en la capital de la España Citerior o Tarraconense. Aquí estuvo César y residió Augusto durante un año (27-26 a. d. C.), en el que Tarraco fue el centro de las decisiones políticas de todo el Imperio romano. Y, lo mismo que había entrado la romanización en España por Tarraco, también por aquí entró el cristianismo. La predicación de San Pablo, que estuvo en la ciudad, según antigua y venerable tradición, fue muy fructífera. Pinchar para ampliar En el 259 murieron los primeros mártires cristianos, San Fructuoso obispo, y sus diáconos Augurio y Eulogio; el juicio y condena está documentada puntualmente en las actas del martirio que se conservan. Su muerte en el Anfiteatro aglutinó a los cristianos en torno a sus tumbas y sobre todo a su venerado recuerdo. Más tarde, en el s. VII, los visigodos levantaron una basílica en el centro del anfiteatro y, sobre ellas, los cristianos una iglesia románica en el XII; sus ruinas las podemos ver perfectamente desde el balcón... Así que, entre el sereno mar y todos los recuerdos romanos, con los jardines y paseos que nos bordean, este lugar se hace único...

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguimos los pasos de nuestra viajera ilustrada. Recuerdo Tarragona, pero con una pizca de amargor. Visitamos el Museo Arqueológico y, por raro que parezca, aunque gracias a ser raíz latina el catalán, como es el francés, italiano o portugués, pudimos interpretar los rótulos que -hace muchos años- explicaban las piezas expuestas en cualquier habla menos en castellano. El resto, por fortuna, los paisajes, sus calles, el campo, la mar, su luz, son libres como deben ser para cualquier paisano que se acerque a tan bello rincón catalán y español. Una vez más, enhorabuena por tan hermosas fotos.
Jacinto.

Anónimo dijo...

Una belleza. Gracias por descubrirla. Ana