domingo, 24 de abril de 2011

Los Palomares


Buscando palomares...


 

Esta vez no se trata de ir a un lugar determinado para ver que cosas interesantes tiene...se trata de buscar esa cosa interesante en cualquier lugar que se encuentre... No sé si me explico bien...Pero se trata de buscar palomares...

Hace años, en el 2004, haciendo un bonito recorrido por tierras palentinas, concretamente por Astudillo, Santoyo, Támara... me llamaron la atención unas pequeñas construcciones, redondas en muchas ocasiones, no muy grandes, que se dibujaban en la inmensidad de la Tierra de Campos...

Preguntamos en uno de los pueblos y nos dijeron que eran palomares o palomeros,
lo cual enseguida me hizo recordar algo que había leído en un libro que comentaba las maravillosas miniaturas (otra de mis pasiones) del libro "Las muy ricas horas del duque de Berry" (sobre 1416), en las que se evoca cada mes del año... En la correspondiente al mes de febrero, en pleno invierno, se plasma la dureza de la vida campesina..y se habla de los palomares...

Del libro "Los secretos de las obras de arte". Tomo I de Rose-Marie&Rainer Hagel
(Pinchar para ampliar)
Tanto me llamaron la atención que desde entonces he ido recopilando todos los datos que he podido, como por ejemplo los que aparecieron en un artículo de El viajero de El Pais, firmado por Elena Garcia Ovejero el 16-09-2006, del que entresaco los siguientes párrafos:

"Tierra de Campos abarca unos 4.500 kilómetros cuadrados y 165 pueblos de las provincias de Zamora, Palencia, Valladolid y una pizca de León. Esta comarca la ocuparon los vacceos antes que los romanos, y los godos, antes de que la zona se convirtiera en frontera entre la España cristiana y musulmana, y de los reinos de Castilla y de León. Sus infinitas explanadas vivieron batallas, traiciones, tratados, amoríos y nacimientos ilustres. Mudos testigos de todo ello han sido unas pequeñas construcciones que salpican estos campos: los palomares. Cientos de ellos, desde la época romana, sirvieron de ayuda a la economía familiar. De infinitas formas, se puede decir que no hay dos iguales. Unos son circulares, cual enanas plazas de toros, o cuadrados, como ventas del camino; otros alternan caprichosas formas que recuerdan palacios árabes, chozos africanos o pagodas orientales. Blancos, marrones, rojizos. Por mucho que se parezcan, cada cual tiene algo que le diferencia del otro. De Este a Oeste, los palomares se vislumbran por pueblos y caminos. Algunos están impolutos, capricho de su propietario que los cuida con mimo. Dos provechos han tenido los palomares tradicionalmente: por un lado, la cría del pichón, y por otro, la palomina, uno de los mejores abonos conocidos. Hasta estas tierras venían los levantinos que se llevaban por toneladas el excremento para los naranjos. Hoy ya nadie la utiliza. Muchos palomares están medio derruidos ante la falta de atención, de uso y de dinero para su restauración, a pesar de las subvenciones que se otorgan para mantenerlos en pie. Así, de forma impúdica, nos muestran sus intimidades. Su estructura se compone de un patio interior y de ahí parten diferentes muros hasta el exterior. Estos muros tienen multitud de agujeros a modo de nichos, llamados pateras o buracas, que son los hogares de las palomas. Desgraciadamente, el cambio de uso de coqueto palomar a simple cuarto de trastos está siendo demasiado frecuente. El adobe cede hasta que el palomar se funda con la propia tierra que lo originó. En los años ochenta se inició un movimiento de recuperación de palomares impulsado por el entonces alcalde de Medina de Rioseco, Manuel Fuentes. Gracias a su sensibilidad, se iniciaron programas de concienciación y recuperación del símbolo de la Tierra de Campos. A través de la creación de grupos, compuestos por escultores, pintores, arquitectos y escritores, entre ellos, Delibes, se dio una llamada de atención, chispa que prendió en muchos terracampinos, que continúan su lucha en la conservación de este patrimonio".
También alguien me facilitó un artículo de Gonzalo Alcalde Crespo, investigador, fotografo y escritor palentino, sobre Los palomares terracampinos muy interesante y en el que reproduce unos versos muy visuales de Carlos Urueña González:

"Palomares de Castilla
estampas para un romance.
Postales de geometría
condecorando el paisaje

Para embellecer el campo
tiene que haber palomares
en esa inmensa acuarela
de chopos y cereales"

Ahora averiguo
en la red, con gran alegría, que en el año 2003 se constituyó el grupo ARADUEY-CAMPOS para el mantenimiento, recuperación y promoción de estos palomares que son una seña de identidad tan singular, y que en el 2008 han publicado "El inventario de palomares en la Tierra de Campos palentina" que puede leerse completo en la siguiente dirección:

http://www.palomarestierradecampospalentina.com/

Como he tenido la suerte de hacer muchos recorridos por Palencia, en una de las
ocasiones me regalaron un pequeño palomar de cerámica, al que tengo gran cariño, y que es una perfecta reproducción de algunos de ellos aunque no hay dos iguales



Pero quiero mencionar otro palomar muy notable, y también en riesgo de desaparición, que está en Guadalajara, muy cerca de esa ciudad llamada Valdeluz, que se ha quedado casi fantasma junto a la estación del Ave (a 7 Km. de la ciudad de Guadalajara)...




En el año 2000, una fría pero luminosa mañana del mes febrero, tuve la suerte de descubrirle y poder fotografiarlo... ahora ha venido a mi recuerdo y lo que siento es que no hayan hecho nada por recuperarlo...y se pierda toda su belleza


Antonio Herrera Casado, cronista oficial de Guadalajara, ya escribió por esa misma fecha:

"Villaflores, entorno a proteger

En el actual término municipal de Guadalajara, enclavado en un territorio que durante siglos fue término de Iriépal, asienta el llamado *Poblado de Villaflores+, un conjunto de edificaciones y espacios constituyentes de una explotación agraria y ganadera, que en los últimos años del siglo XIX fue ordenada construir, conforme a un plan racional y homogéneo, por su propietaria la condesa de la Vega del Pozo. Se encuentra este poblado en el borde de la antigua galiana de ganados trashumantes, que desde tierras y sierras de Molina y el Ducado se dirigían a la Mancha, Extremadura y Andalucía (...)Tras la revolución liberal de comienzos del siglo XIX, estos terrenos pasaron a la familia de la Vega del Pozo quienes afortunadamente para Guadalajara tuvieron una clara visión social en su actuación.


(...) Y en ella instaló esta familia su poblado agrícola, que hoy admiramos. Consta de un gran edificio central, con corrales, graneros, amplio patio, cuadras, etc; una capilla minúscula precedida de cementerio; una serie de viviendas adosadas, de dos pisos; un palomar gigantesco, cilíndrico, ya entre los campos de mieses, y un par de grandes pozos con norias para extraer el agua con abrevaderos adjuntos para el ganado. También existen aún diversos almacenes, una caseta junto a la carretera de Cuenca, y una entrada subterránea a un espacio hoy derrumbado de uso incierto, quizás bodega.


Todos los edificios son grandiosos, perfectamente acabados, bellísimos de composición.
En ellos alterna el ladrillo con el sillarejo calizo, siempre tratado con el meticuloso cuidado de unos indudables planos previos, trazados, -hoy ya lo sabemos- por la mano del arquitecto Velázquez Bosco.

El edificio central es de proporciones inmensas. Su frente está formado por gran portalón rematado en cuerpo con el nombre del poblado, el escudo de la familia, el año de la construcción (1887) un reloj y un campanil, y a ambos lados aparecen cinco ventanales por lado, con frisos de ladrillo y segunda línea en lo alto de ventanas más pequeñas. Frente al edificio, una gran espacio empedrado apto para la trilla y faenas agrícolas.


De los otros edificios que forman el interesante conjunto de Villaflores, destacan la pequeña iglesia o capilla, con un cuerpo avanzado en el que se abre la puerta semicircular, y un cuerpo alto en cuyo frente se adosan anchas pilastras de ladrillo sosteniendo gran friso y frontón con labores finas de ladrillo. Arriba un alto campanil.


Y al mismo palomar, el que ahora será arropado por las vibraciones del paso de los trenes de Alta Velocidad, que se columbra airoso sobre el campo alcarreño, es ya habitual elemento para quien cruza la carretera de Cuenca: de planta circular, con alta basa de piedra, el ladrillo y el sillarejo alternan, con algunos detalles de cerámica".

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.




2 comentarios:

Mercedes dijo...

María Rosa, qué artículo tan bonito, desconocía por completo la existencia de esas construcciones y por supuesto su finalidad. ¡Cuántas cosas por descubrir! muchas gracias.

Anónimo dijo...

Jamás pude imaginar que pudiera dar tanto de sí un tema como éste. ¡Qué sorpresa!

Avellaneda