sábado, 23 de marzo de 2013

Plaza de Santa Cruz

 Plaza de Santa Cruz




Tanto disfruté con  mi paseo por la Plaza de Pontejos y las historias descubiertas en torno a ella que casi no he tenido más remedio que visitar la tan cercana de Santa Cruz... así que  este pasado lunes, festivo en Madrid,   hice un recorrido mañanero por todo su entorno que fue una delicia. 

La torre de la  Iglesia de Santa Cruz (1),  en la calle de Atocha preside  y señorea dos plazas: la de la Provincia en su misma línea y, con sólo cruzar la calle, la de Santa Cruz. 

 


 Unidas ambas a la sin par Plaza Mayor por las soportaladas calles  de Zaragoza y de Gerona.


Calle Zaragoza

Calle Gerona. Arriba a la izquierda perdura el nombre de cuando la Plaza era sólo "Plazuela"




Desde la Plaza de Santa Cruz vemos la más monumental de la Provincia con su antigua Cárcel de Corte actual Ministerio de Asuntos Exteriores

Plaza de Santa Cruz
Decía en la novela de "Fortunata y Jacinta"  la madre de Juanito Santa Cruz , a la que Galdós ponía en su boca las palabras que él oía y que apuntaba cuidadosamente:  
 "(...) que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por la mañana  el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores de la fuente de Pontejos (...) quien no recibiera a todas horas el hábito tenderil de la calle de Postas y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz (...) (cap. VI, III)



Es una bendición que, pese al tiempo transcurrido desde que esto fue escrito, perduren los nombres en las mismas calles, incluído el de "Plazuela" para denominar a la de Santa Cruz, y sobre todo su ambiente inigualable de pequeñas calles que se cruzan y entrecruzan y casi milagrosamente siguen resguardando un comercio antiguo y único que debería ser nombrado Patrimonio de Madrid.



Tiendas con olor a anís

y productos madrileños inesperados

Relojeros que nos saludan al pasar

En tiendas con solera



Con nombres olvidados



Y soportales acogedores
Pero hay otra historia unida a esta Plaza, a estos soportales, que es muy ignorada y que voy a intentar sacar del olvido.
 
La “moda” de no criar a los propios hijos, imperaba hacía tiempo entre las familias aristocráticas europeas, pero fue en el rompedor siglo XIX cuando tal costumbre se disparó entre la imparable burguesía, la cual llegó a considerar como un elemento más de su prestigio social  tener en casa una nodriza para  criar a sus hijos. 

Este mercado de trabajo, condicionado como todos, por las leyes de oferta y demanda tuvo una época de gran auge, (por ejemplo, en el Diario Oficial de Avisos de Madrid del año 1863 aparecieron 1924 ofertas de nodrizas), para luego, de forma casi brusca a principios del XX, coincidiendo con la cada vez más fuerte descalificación médica y social de su práctica y el control y aprobación médica de los biberones de leche de vaca, desaparecer radicalmente.


Pero durante más de un siglo la lactancia fue una actividad asalariada  que generó un mercado con diversas formas de acceso, una de ellas, la que llegó a imponerse, fue  la de que "el Ama o nodriza" dejara su casa y la atención de su propio hijo para incorporarse a un hogar ajeno y lejano.
 
El libro  “Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, de 1758 a 1868” de Carmen Sarasúa García, editorial siglo XXI.. es esencial  para conocer como se desarrolló en  Madrid este trabajo “tan femenino”.


Así vemos como empezaron a aumentar las nodrizas procedentes del norte de España por considerarlas más sanas y mejor alimentadas “y con menor mezcla de sangres no cristianas”. Bretón de los Herreros, en 1851,  lo describía así: “El litoral del océano cantábrico provee en su mayor parte a Madrid de esta humana mercancía cuya casta más aventajada se produce en el famoso Valle de Pas, de donde se deriva el nombre de “pasiega” con que designamos a todas las amas de leche…”

Los médicos  pronto intervinieron en el proceso de selección y también los boticarios, pero a nivel popular el “mercado de contratación” en Madrid, era la Plaza de Santa Cruz, donde de siempre había un mercado ambulante de telas que surtían especialmente mujeres pasiegas, y ellas  sirvieron de nexo entre sus paisanas, llegadas a Madrid tras penoso viaje, y los padres de sus pequeños y necesitados clientes… Y para reforzar más la contratación aparecían en el Diario de Avisos anuncios, como el siguiente: 


 “…Clara Monzón de edad de 24 años, natural de las montañas de Santander, la que solicita cría en casa de los padres; tiene leche de cuatro meses. Darán razón en los portales de Santa Cruz ” (22 marzo 1799)



“Adiós cabañuca de mi vida/  las espaldas te voy dando/ no se que llevo dentro/ que van mis ojos llorando./ Espérame cabaña guapa/que a criar me voy ahora./ Que nos volvamos a ver/
le pido a nuestra Señora”.

Esta nostálgica coplilla cantaban las pasiegas cuando abandonaban sus verdes valles de la Vega de Pas, rumbo a Madrid, para trabajar como amas de cría de algún niño de aristocrática o incluso real familia, mientras el suyo propio quedaba en estos valles al cuidado de una vecina… durante uno o dos años criaba al niño ajeno, sin separarse de su lado y todo lo ganado era enviado al marido que compraba más vacas e incrementaba la hacienda… Luego ella regresaba, quedaba nuevamente preñada, tenía otro pequeñín a quien dejar en la “cabañuca” de otra vecina y enseguida volvía a la Corte. Las prolíficas amas pasiegas levantaron, a fuerza de sus dolorosas ausencias y sus niñitos lejanos, la arruinada economía – agrícola y ganadera - cántabra.



Maravillosa Vega de Pas



Bibliografía:

“Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, de 1758 a 1868” de Carmen Sarasúa García, editorial siglo XXI..

"Amas de cría" de José Manuel Fraile Gil. Fundación Joaquín Díaz. Fundación Centro de Documentación Etnográfica sobre Cantabria. 

"Amas de cría. Campesinas en la urbe" Artículo  de José Manuel Fraile Gil, en la Revista Folklore (Ed. Caja España. Valladolid 1999, nº 221 pp. 147-159

(1) La Iglesia de Santa Cruz, de singular torre neomudéjar tan alta como larga y accidentada es su historia... En realidad aquí estaba desde finales del XVI la iglesia del gran Monasterio y Colegio de Santo Tomás, uno de los más notables de Madrid que fue declarado en ruina y derribado en 1876, sin dejar vestigios de su espléndido barroco...
La Iglesia había tomado  el nombre de Santa Cruz en 1869, en memoria de la situada en la adyacente Plaza así llamada, y que había sido también  demolida...Luego, en 1872 sufrió un tremendo incendio y hubo que derribarla en 1876...con lo que desapareció todo el enorme conjunto.
En el solar de la iglesia se inauguró la nueva y actual el 23 de enero de 1902.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Impresionante! No menos por sabido, aunque sin haber reparado en tanto detalle. ¡Qué historias! ¡Y qué rincones del Madrid castizo, entrañable! a.

Anónimo dijo...

Así se han ido (y se van) tejiendo las historias de Madrid. Gracias por contarlas de esa forma sabia, sencilla y entrañable.

CHURRI dijo...

Gracias Maria Rosa por eenseñarnos estas historias tan entrañables.
Y efectivamente es un bonito lugar el entorno de las plazas de Sta.Cruz y de La Provincia y todavia nos quedan restos de la antigua iglesia de Sta.Cruz en el restaurante La Capilla en la c/ de la Bolsa.
besos CHURRI

MariaRosa dijo...

Pues efectivamente así está Madrid entretejido de historias y es apasionante irlas descubriendo conforme andamos por sus calles y plazas...

Ese restaurante, Churri, se merece una comida y contar su historia...¡habrá que intentarlo!