viernes, 6 de octubre de 2017

Los jardines de la Alhambra y Santiago Rusiñol


En el último Babelia he leido la reseña de un libro que me ha llamado la atención, se llama:  "Pequeños paraísos. El espiritu de los jardines" de Mario Satz  que, entre otras cosas interesantes, nos dice que los jardines son espacios físicos y metáfóricos ... y nos conduce por su historia. Recorre el jardín chino y el japonés, el persa, el hindú, la memoria de los jardines colgantes de Babilonia... se recrea en las rosas, los matices del verde, el rumor del agua, el ruido de las cigarras...

Jardines del Generalife en la Alhambra

Efectivamente los jardines son algo que nos reconforta y serena, que nos alegra o nos inunda de dulce melancolía...
Muchos jardines hemos visitado a lo largo de los años en este blog, pero ahora quiero recordar unos tan maravillosos como los del Generalife de la Alhambra de Granada que tanto enamoraron, por ejemplo, a Santiago Rusiñol.

Jardines del Generalife en la Alhambra


 Polifacético y extrovertido artista catalán (nacido en  1861 en Barcelona y fallecido en Aranjuez en 1931) conoció en París en 1890 a Ignacio Zuloaga y con él  descubre la figura del Greco adquiriendo dos cuadros suyos: La Magdalena y San Pedro, que fueron llevados triunfalmente por las calles de Sitges hasta ser depositados en la casa (actual Museo "Cau Ferrat") de Rusiñol en esta villa.  


Jardines del Generalife en la Alhambra

 Después llegó a Granada, en 1895, y se enamoró de ella al contemplarla de noche, a la luz de la luna y descubrir la Alhambra bajo la lluvia ”cómo si llorara sus desventuras”. Empezó a describirla con su pluma y a pintarla con sus pinceles: “Cuando cae la tarde en el Generalife delante de la tela y de la caja de colores, no siento pasar las horas”, escribía a un amigo. No quería marcharse. Cuando no tuvo más remedio que hacerlo, volvió a escribir: “Desde que me fuí de Granada no tengo otra idea que volver a ella”. Regresaba siempre que podía.

 
Casa de Falla en Granada

   En Granada pasó ratos felicísimos en la Taberna del Polinario, como se conocía a la Taberna de Don Antonio Barrios, el entrañable y culto tabernero, padre del guitarrista y compositor Angel Barrios, situada en la calle Real, en el corazón de la Alhambra. Allí, rodeado de amigos como Falla, Zuloaga y Lorca, degustaba el sabroso jamón de las Alpujarras con el rico vinillo de la tierra, mientras las campanillas, las madreselvas y la yedra daban frescor al pequeño patio, y el rumor de la fuente (que cuando había recitales de guitarra amordazaban con una toalla) les acompañaba... La conversación, la guitarra, y la amistad, fueron la esencia de aquellas inolvidables tertulias.


Oir Noches en los Jardines de España, en la Patio de los Arrayanes de las Alhambra, en los Festivales de Música y Danza de Granada,  es una experiencia única, que no se olvida.

 Con Manuel de Falla (Cádiz 1876-1946, Alta Gracia, Argentina) le unió una especial amistad hasta el punto de que en el piano de su casa en Sitges (la citada Cau Ferrat) terminó el Maestro de componer su inmortal “Noches en los jardines de España”... La obra describe 3 jardines:

    El del Generalife (Palacio de la Alhambra)
    Danza lejana (este segundo jardín no es identificable)
    y Jardines de la Sierra de Córdoba.




Jardines del Generalife en la Alhambra

 Por eso Santiago Rusiñol, que se autotitulaba como el más flamenco catalán de todos los tiempos, fue de los primeros que respondió a su convocatoria para el Concurso de Cante Jondo en Granada en 1922 y allí llegó, con Ignacio Zuloaga en el “Rápido del Sur”, la noche del 30 de Mayo, para colaborar al triunfo de aquel memorable acontecimiento. 

 
Jardines del Generalife en la Alhambra


Cuando llegó el momento, y en el silencio de la noche granadina, sólo interrumpido por la campana de la Vela y el canto de un cuco (al que según Santiago Rusiñol, habría que haber dado un premio) sonaron las memorables guitarras de Montoya, Manuel Cuéllar y el Niño de Huelva a las que se unieron unas voces únicas, la emoción llegó a lo más profundo del alma de las cuatro mil personas allí reunidas. 




el Generalife lleno de rosas arropadas por los verdes setos y los rientes surtidores... es inolvidable.



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