Granada en el corazón. Inolvidables recuerdos (1)
Hay ciudades que te enamoran porque conectan con tu interior por su luz o por su olor por su alegría o por su nostalgia y te prendan y las añoras. Te alejas de ellas con dolor y vuelves con entusiasmo; andando por sus calles te sientes “como en casa” ...
Hay ciudades inspiradoras que han quedado reflejadas e idealizadas en la literatura, en la música, en el cine... Joyce inmortalizó Dublín, Pessoa a Lisboa, Pérez Galdós a Madrid, Sevilla late en la ópera de Bizet, y el bello Danubio Azul es el mejor embajador de Viena... Pero Granada ha logrado enamorar aún antes de conocerla. Sólo con la magia de su nombre, sólo oyendo hablar de ella, sólo viendo una imagen suya...
La Alhambra sobre la Sabika "La colina roja"
En 1829 un ciudadano norteamericano oyó hablar de la lejana Granada y sin dudarlo emprendió un largo viaje. Cuando llegó, comprendió que sus pasos habían sido sabios y estuvo largos meses viviendo en el corazón de la Sabika, la colina roja, oyendo las historias que le contaban los marginados habitantes de los arruinados palacios nazaríes. Con ellas formó un libro - de éxito universal y fulminante - que devolvió a la vida a la abandonada Alhambra. Hablamos de Washington Irwing y de sus “Cuentos de la Alhanmbra” (imprescindibles para llevar en la maleta si se quiere conocer de verdad a Granada)
En 1907 un joven músico gaditano vivía en París. Por las tardes acudía a visitar a un gran compositor catalán ya mayor y muy próximo a la muerte, al que sólo consolaba en tan duro trance escuchar en la guitarra de otro amigo las lejanas músicas de España y en especial una que él había dedicado a Granada, donde había vivido momentos inolvidables de su juventud...
Hablamos del joven Manuel de Falla y del gran Isaac Albéniz y del guitarrista Ángel Barrios. Aquella emocionada Granada de Albéniz, impactó para siempre el sensible espíritu de Falla, que bajo su influjo, y sin conocerla aún, escribió su ópera “La vida breve” situada en el Albaycín y su nocturno “En el Generalife” dentro de “Noches en los jardines de España”.
Y dice la copla popular: Quiero vivir en Granada/porque me gusta el oír/la campana de la Vela/cuando me voy a dormir"
Una vez que Falla consiguió su sueño de vivir en Granada, en 1919, envió a su amigo el músico francés Debussy una sencilla tarjeta coloreada, con la Puerta del Vino de la Alhambra.
Puerta del Vino por Lewis (1833) Del libro Granada. Guía artística e histórica de la ciudad de Antonio Gallego y Burín. El nombre de la Puerta se debía al parecer a que, desde 1556, el vino que consumían los vecinos de la Alhambra libre de impuestos se depositaba allí.
Debussy jamás llegó a conocer Granada, pero escribió dos piezas magistrales sobre ella: “Atardecer en Granada” y “La Puerta del Vino”. Previamente se había enamorado del cante jondo, oyéndoselo cantar a un grupo de gitanos en el Pabellón de España de la Feria Internacional de París en 1900.
En el mes de junio en los Festivales de Música de Granada la música es pura magia en la Alhambra
Santiago Rusiñol (Barcelona 1861-Aranjuz 1931) polifacético y extrovertido artista llegó a Granada en 1895, y se enamoró de ella al contemplarla de noche, a la luz de la luna y descubrir la Alhambra bajo la lluvia ”cómo si llorara sus desventuras”.
Empezó a describirla con su pluma y a pintarla con sus pinceles: “Cuando cae la tarde en el Generalife delante de la tela y de la caja de colores, no siento pasar las horas”, escribía a un amigo. No quería marcharse. Cuando no tuvo más remedio que hacerlo, volvió a escribir: “Desde que me fui de Granada no tengo otra idea que volver a ella”.
Regresaba siempre que podía y pasó ratos felicísimos en la Taberna del Polinario de don Antonio Barrios (el padre de Ángel Barrios), en el corazón de la Alhambra, rodeado de amigos como Falla, Zuloaga, Lorca... En su libro “Jardines de España”, 17 grabados eran de "su Granada"...
Pero Granada, tan luminosa y riente no se entrega fácilmente, nunca se la conoce a fondo; se sabe muy hermosa recostada en la Vega, con el fondo de las Nieves de la Sierra, y además sabe que aunque sea ingrata no pueden dejar de amarla. En el siglo XVII un poeta granadino, Pedro Soto de Rojas, la definió así:
“Paraíso cerrado para muchos, jardín abierto para pocos”
Federico García Lorca no nació en la ciudad. Nació en un pueblo de la Vega y cuando tenía 11 años su familia se trasladó a Granada. Empezó aquí su etapa de estudiante en el Instituto, y lo pasó fatal... Hay testimonios de que era el último de la clase, siempre marginado y sentado en el último banco. Años más tarde escribió desde New-York: “quiero llorar porque me da la gana/como lloran los niños del último banco.../niño vencido en el colegio/y en el vals de la rosa herida”. Pero supo amar a esta ciudad contradictoria por encima de todo. Cuando le asesinaron, otro poeta cantó con dolorido corazón: “...¡Fue en Granada, en su Granada!...”
Y es que Granada es un sentimiento que te llena cuando bajas de la Sabika por la estrecha Cuesta del Rey Chico, cuando oyes el Darro y conoces el Genil, cuando hueles los arrayanes y te estremeces en la Plazuela del Cristo de las Azucenas, junto a los misteriosos algibes del Albaycin donde el agua llora; cuando recorres de noche la Calle Real de la Alhambra, y te emocionas en el pequeño Carmen de Falla, y sigues las huellas que dejó San Juan de Dios y revives la triste suerte de Mariana Pineda...
A Granada hay que volver siempre.
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