viernes, 17 de febrero de 2012

Si las estatuas hablasen: doña Emilia Pardo Bazán


Doña EMILIA PARDO BAZÁN (1852-1921)

Después de leer tanto de ella y sobre ella ha sido un placer ir a visitar su monumento en Madrid. Esta mañana de viernes invernal pero luminoso y soleado he acudido a la calle de la Princesa, donde, en un ensanche de la acera de los pares, muy cerca del Palacio de Liria, unos corpulentos árboles la dan marco, cobijo y reposo, para que lea tranquila ...pero también nos atienda y cuente su historia...



Este monumento se construyó mediante una suscripción de mujeres españolas y argentinas realizada por iniciativa de la duquesa de Alba y es obra del arquitecto Pedro Muguruza, quien realizó el pedestal, y del escultor Rafael Vela del Castillo, quien realizó la estatua de doña Emilia en piedra caliza. Fue inaugurado el 24 de junio de 1926.



Las mujeres de finales del XIX e inicios del XX no tuvieron nada fácil el oficio de escribir...en realidad no tuvieron fácil ningún oficio que supusiera libertad de criterio y un reconocimiento social. Hacía muchos siglos que, incluso la mujer que lograba superar una primera fase de acceso a la cultura aprendiendo a leer, encontraba luego vedadas las fuentes del saber, pues sólo podía leer libros piadosos y no podía asistir a los círculos donde se hablaba de ciencia, de filosofía, de religión, de arte…

Reproduzco varias portadas de libros, muy recomendables, si se quiere profundizar en el tema de las dificultades que han tenido que vencer las mujeres para poder llegar a ser escritoras

Lejos de sus posibilidades, por tanto, el lujo de la conversación, del intercambio de ideas culturales, del brillante arte del diálogo, de la polémica… Su círculo de vida se cerraba inexorablemente en torno a las tareas del hogar paterno o del marital… Un mundo cerrado que empequeñeció para siempre la mente de la mayoría e hizo sufrir lo indecible a las que tenían la curiosidad a flor de piel y el afán despierto.




El círculo se rompió, poco a poco, gracias a determinadas mujeres que supieron aprovechar su privilegiada situación, y en lugar de languidecer en el círculo de oro que su clase social les deparaba, se sumergieron en el mundo de la cultura y abrieron una importante brecha, creando en sus mansiones la novedad de los “salones”, tertulias donde se practicaba el civilizado arte de la conversación y del intercambio de ideas, entre las más brillantes y variadas mentes...¡ masculinas naturalmente!… pero dónde las damas podían estar presentes sin perder su reputación, pudiendo escuchar...¡ e incluso intervenir!



Por una serie de circunstancias, fue en el siglo XVIII y en Francia, donde esta práctica se inició, favoreciendo la apertura de las mentes femeninas. Indudablemente el poder conversar en los salones fue un paso importante, pero ello no significaba que la mujer ya pudiera decidirse a escribir y publicar sus obras… ¡ni mucho menos!…


No estaba eso ”bien visto” en una mujer y lamentablemente no sólo eran los hombres los que afeaban esa dedicación, la mayoría de las mujeres, ancladas en la sumisión a las normas, tampoco defendían a las “infractoras”; así en 1771, la madre del poeta Goethe, criticaba a Sophie von La Roche, una alemana de buena sociedad que publicó un novela con cierto éxito, diciendo que, “sin duda había perdido la cabeza para, siendo una mujer instruida e inteligente, cometer semejante locura que haría la desgracia de sus hijos”. La famosa Madame de La Fayette, autora de “La Princesa de Cléves”, de gan éxito, nunca reconoció ser su autora, salvo al final de su vida y veladamente a una amiga íntima.




Con estos antecedentes llegamos a nuestra protagonista: Emilia Pardo Bazán, una mujer completamente singular, que tuvo la suerte de nacer en una familia aristocrática pero de un gran talante liberal, que la permitió educarse entre los libros de la magnífica biblioteca familiar, alentada por su padre y por su madre (doña Amalia de la Rúa) en todas sus aficiones literarias, no muy al uso de las niñas de la época pertenecientes a la nobleza. Incluso no fue obligada a aprender a tocar el piano ya que ella prefería dedicar todo su tiempo libre a la lectura.


Museo del Romanticismo. "LA familia de Jorge Flaquer" de Joaquin Espalter. ÓLeo sobre lienzo 1840-1845


Cuando murió su padre, don José Pardo Bazán, en 1890, ella como hija única heredó el título de condesa de Pardo Bazán.




Nació en La Coruña, (identificada con la Marineda de sus novelas) y en Madrid asistió a un colegio francés donde aprendió el idioma que amplió sus posibilidades de lectura y de traducción y le ayudó a relacionarse en sus viajes por Europa, iniciados a raíz de su temprano matrimonio con tan sólo diecisiete años. Los viajes fueron un gran acicate para desarrollar sus dotes de observación y su agudo sentido crítico además de facilitarle el aprendizaje del inglés y del italiano, y ponerle en contacto con las corrientes ideológicas de la época, como el krausismo, inspirador en España de la Institución Libre de Enseñanza.


Pronto empezó a reflejar sus vivencias en libros que evocaban sus viajes, como "Al pie de la torre Eiffel" y en ensayos y biografías como "Estudio crítico del Padre Feijoo" (que le hizo ganar un primer premio de ensayo, incluso en competencia con Concepción Arenal que también se presentaba) o "San Francisco de Asís". Pero una estancia en Francia, en el balneario de Vichy, en 1880 cuando tenía 30 años y ya tenía tres hijos, la puso en contacto directo con los grandes movimientos de la novela en Europa, especialmente a través de sus largas conversaciones con Victor Hugo, ya anciano, que sólo unos pocos años antes había publicado su novela "Los miserables", quizá el mayor exponente de la indignación que el autor sentía ante las injusticias sociales y el sufrimiento humano. Posteriormente conoce en París a Zola y Daudet e inicia la lectura de los grandes novelistas rusos, con lo cual todo un mundo desconocido y muy atractivo para ella se abre ante su ávida sensibilidad e inteligencia.



Su producción literaria experimenta un gran cambio. Su novela "Un viaje de novios" inicia la corriente naturalista en España, con un original argumento, especialmente si se piensa escrito por una mujer. Pero "La Tribuna", su siguiente novela, entra de lleno en la corriente de adoptar el punto de mira de los más desfavorecidos, que había iniciado Zola, haciendo protagonista al mundo obrero y concretamente al femenino, en una actividad tan singular como fue la de cigarrera. Y para conseguir esta visión, Emilia Pardo Bazán acudió personalmente y durante varios meses a la fábrica de tabaco que existía en La Coruña ("La Palloza"). Ahora nos parece una postura normal. En 1883 era totalmente insólita.




Pero este tipo de novela pusieron a su autora en el ojo de mira de toda la sociedad "bien-pensante" que no podía soportar que una mujer noble, católica y casada, pudiera identificarse e incluso defender, aunque no fuera en su totalidad, las ideas venidas de Francia, y expuestas por un autor como Zola. Cuando Pardo Bazán expuso las suyas sobre el naturalismo y el realismo en un libro titulado "La cuestión palpitante", y pese a no aceptar todos los postulados del primero ya que rechazaba su determinismo radical en oposición al libre albedrío y libertad del individuo que ella sostenía, el escándalo fue tan grande que su marido la pidió que abandonara la literatura y se retractara públicamente de lo que allí había dicho.



Emilia por supuesto no lo hizo y propició, en cambio, una separación matrimonial que fue amistosa pero definitiva. Ya sin trabas, se trasladó a Madrid y se dedicó a vivir y a escribir apasionadamente. Su novela "Los pazos de Ulloa", a juicio de algunos críticos una de las mejores, retrata la historia y la naturaleza, la religiosidad y el paganismo, la violencia y la sensualidad, el feudalismo y la barbarie, de la vida rural gallega combinados en un impactante mosaico donde también intervienen factores económicos, políticos y eclesiásticos. Levantó ampollas.



Pero aún faltaba el escándalo por el tema sexual, y éste llegó con novelas como "Morriña" e "Insolación". La defensa que en ellas se hacía de la igualdad de hombres y mujeres en moral sexual era demasiado para la puritana sociedad de la época, Se vengaron de ella impidiéndola entrar en la Real Academia de la Lengua. Los hombres no podían admitir que actuara con tanta libertad, las mujeres la odiaban porque hacía lo que ellas ni siquiera se atrevían a pensar.


Pero su fama y prestigio eran enormes y en los círculos literarios europeos se la consideraba entre los grandes novelistas del XIX, sólo superada por Galdós y Clarín. Junto al ensayo y la novela también cultivó el cuento, de los que escribió más de quinientos. Uno de ellos, titulado "El encaje roto", es reconocido como uno de los primeros textos modernos feministas de España. Y, para no faltar de nada en su producción también escribió un libro de cocina: "La antigua cocina española".



En 1906 fue nombrada presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo madrileño, siendo la primera mujer que accedía a dicho cargo, y en 1910 consejera de Instrucción Pública. En 1916 le otorgaron una cátedra de lenguas neolatinas en la Universidad Central de Madrid; era la primera mujer y el claustro de profesores y los propios alumnos la boicotearon por ello… cuentan que a sus clases sólo fue un alumno…




Pero ella fue una verdadera fuerza de la naturaleza, con una personalidad irresistible y una vitalidad arrolladora. Defendió su libertad personal como mujer independiente en lo intelectual y en lo económico, algo excepcional en la España de la época, y tampoco se quejó nunca de los desaires que ello le ocasionaba. Trabajó incansablemente, pues siempre presumió de que lo hacía para vivir. Han dicho de ella que, "Todo lo hizo a pesar de ser mujer, sin dejar de ser mujer y reivindicando su condición de ser mujer. Cuando no había cuotas ni discriminaciones positivas".



Murió en Madrid en 1921 a los 70 años, a causa de una gripe que se complicó con su diabetes crónica. En 1926 se inauguró un monumento con su figura sedente, y como siempre leyendo, en la madrileña calle de la Princesa, a la altura del Palacio de Liria, muy cerca de la casa que la escritora ocupó en Madrid en esta misma calle; ese edificio fue derribado tras la guerra civil y una lápida recuerda donde estuvo.



Su casa de La Coruña es hoy, además de su Museo, sede de la Real Academia Gallega y, otra escultura, de Lorenzo Coullant Varela, contempla, sonriente y vital, a todo el que pasa por el Cantón Grande de la Coruña, su Marineda personal.



Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

2 comentarios:

Mercedes dijo...

Un post maravilloso, María Rosa. Por todo lo que cuentas, la situación de las mujeres, la figura de la escritora... y por la forma en que lo cuentas, la de otra escritora admirable, tu.
Otro post para guardar.

Anónimo dijo...

¡SANTAMARÍAEGIPCIACA! Vaya ensayo sobre la Pardo Bazán. Me dejas alucinando. Te superas cada día.¡Magnífico! El tema escogido, la mujer que lo protagoniza y la mujer que lo escribe se covierten en un referente.
Avellaneda