Galicia, es el lugar de la belleza oculta que fue durante siglos el pórtico del Fin del Mundo. Desde los más remotos tiempos la ocuparon pueblos que creían en las fuerzas mágicas de la naturaleza, en los sagrados bosques, en las escondidas cavernas donde sonaban las subterráneas corrientes de los ríos, en las inmensas y soberanas rocas y llegaban con unción hasta el lugar donde la tierra terminaba en busca de sabidurías remotas.
Los llamados pueblos "bárbaros" respetaron y miraron con reverencia la naturaleza...Hoy los pueblos de la civilización más avanzada llevan tiempo degradandola y destrozandola, pero aún hay muchos lugares que conservan su magia y su belleza. Nos referimos aqui a pueblos y monasterios envueltos en maravillosos paisajes, que establecen un recorrido único por la llamada "Ribera Sacra".
Pero Lugo también comparte con Orense, la única provincia gallega que no tiene mar pero que contiene infinidad de escondidas bellezas naturales, dos grandes ríos: el Miño y el Sil, que nos permiten, pasando de orilla a orilla, recorrer el impresionante fenómeno geográfico de sus Cañones. En su entorno los eremitas buscaron caminos de silencio en cuevas situadas en torno a los vertiginosos taludes que encajonan los ríos y que le han concedido el merecido nombre de Rivoira Sacrata.
Así surgieron ermitas como San Pedro de Rocas (las tres fotos superiores), esculpida en la pura piedra, como las verdaderas cuevas de los eremitas más antiguos.
o el Monasterio benedictino de Santa Cristina de Ribas del Sil, enclavado en un paraje a la orilla del río Sil, en el castañar de Merilán, por debajo del monte Varona, en la parroquia de Caxide. Su templo, uno de los mejores ejemplos del románico rural gallego, se realizó entre los siglos XII y XIII.
Y muy cerca, en Rabacallo-Parada do Sil, una de las mas preciosas habitaciones, una verdadera "habitación con vistas", de las que he disfrutado en mis viajes, un relajante y verde paisaje, un descanso y una emoción...
Desde allí ves los catamaranes que navegan por el río Sil, unos 25 km. (de los 43 navegables que tiene el cañón),
pasando entre alturas que oscilan entre los 400 y los 500 metros y adivinando las pequeños monasterios entre la espesa vegetación de sus orillas y los preciosos viñedos de Amandi.
Pero si optamos por llegar desde Zamora (muy aconsejable un desvio para disfrutar de las bellas y venerables ruinas del Monasterio de la Moreruela), por Benavente, dirección a Orense,
atravesaremos la comarca del río Tera, cuajada de pueblos que así se "apellidan", como Santa Marta de Tera, hasta llegar a la insólita pedanía de O Bolo, con un espectacular Santuario dedicado a Nuestra Señora de las Ermitas
para continuar por Pobla de Trives, atravesar después el magnífico espacio natural de la sierra de Manzaneda y llegar a Castro Caldelas. Estos dos hermosos pueblos dan paso a otros más pequeños como santa Tecla, Lumeares, Teixeira... y por fin, en Cristosende, el Sil se muestra allá, muy abajo, en el fondo de la gran falla de la tierra abierta hace miles de años... por pueblitos, como Bouzas, Sacadebois, Valado, dejando en los desvíos laterales otros que llevan el cartel con la banda azul propio de la "Ribeira Sacra"... y llegaremos igualmente a Parada do Sil, uno de los enclaves orensanos más bellos en pleno Cañón del río Sil.
Aquí está uno de los mejores miradores sobre el Sil, que tiene el nombre de "los Balcones de Madrid". Nos contaron en el pueblo que era el lugar donde las mujeres iban a despedir a sus maridos que marchaban a buscar fortuna en la capital...muchos de ellos eran barquilleros que, con su coplilla de “¡Al rico barquillo de canela para el nene y la nena!”, se hicieron tan populares en las verbenas de Madrid.
Monumento en homenaje al barquillero, del 12 de septiembre de 1981 |
2 comentarios:
Pues este puente nos vamos para allá con Víctor. Me llevo tu post como guía, María Rosa. Gracias y besos.
Cuanto me alegra Esther que os sea útil...Tengo pendiente la segunda parte, la del Miño a partir de Peares, intentaré "colgarlo" en estos dias... Espero que lo disfruteis mucho.
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