El viernes, desde nuestra casa, vemos amanecer un día de niebla…pero se adivina rápido que se va a cumplir el popular dicho de "mañanita de niebla tarde de paseo"…
y además ni siquiera hemos de esperar a la tarde pues muy pronto abre el cielo y ¡¡vemos el sol y trocitos de cielo azul!!…¡¡fantástico!!… un gran regalo de la naturaleza es ver, tras la lluvia, salir el sol en primavera, es todo un espectáculo y, como dijo alguien del grupo, "se ve crecer la hierba"…
Así que tras desayunar estupendamente (¡que filloas!) salimos llenos de expectativas y lo primero es ir a la cercana Cueva Deboyu
una cavidad cárstica excavada por el río Nalón a su paso por la localidad de Les Yanes.
Disfrutamos de un rato estupendo viendo como el río penetra, tan juguetón y vivo por la gigantesca boca de la cueva que él mismo, con paciencia de siglos, ha sido capaz de horadar…
y además cada vez nos acompaña más el sol…¡que bonito!.
Y desde aquí nos vamos a la Casa-Museo de Armando Palacio Valdés (1853-1938) que nació en la pequeña aldea de Entralgo.
Entre otros temas noveló el enorme cambio sociológico que experimentó esta cuenca del Nalón cuando se inició aquí precisamente la Revolución Industrial con la explotación de las minas…
Y la novela en que mejor lo reflejó es la titulada "LA ALDEA PERDIDA"…(nombre de nuestra casita rural, con el detalle añadido de que cada habitación, además de su número, lleva el nombre de un personaje de la novela: Eladia, Demetria...)
Y una casualidad muy curiosa… resulta que en el reciente viaje por Sevilla, este mismo mes, hemos visto en la calle Argote de Molina una gran lápida de azulejos en recuerdo del autor de "La Hermana San Sulpicio" tan sevillana ella…
Efectivamente, en las vitrinas de la entrada a su Casa Museo está su nombramiento como hijo adoptivo de Sevilla y también leo un texto que dice: “¡Asturias y Sevilla! ¡Las dos juntas! Doblad si queréis verlo el viejo mapa y, en los verdes prados de Laviana se alzará por milagro La Giralda, mientras el cauce del Nalón minero, con el Guadalquivir fundirá sus aguas”… ¡que bonito!
La visita a esta casa, con tantos recuerdos del autor y de la zona, es bastante emotiva y nos deja a todos muy encantados…y el encanto se complementa con la recomendación que nos hicieron en ella de ir a comer al Hotel Canzana, muy cerca, en un alto y con unas magníficas vistas y una mesa redonda estupendamente situada junto a una gran cristalera… y unas estupendas almejas con fabes
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