viernes, 30 de marzo de 2007

Costa vasca. Zumaia (1ª parte)

Zumaia


Hay pueblos que son inolvidables, y que contienen tanta belleza en su paisaje como arte y curiosidades en su término.


Uno de estos pueblos es Zumaia en el litoral Guipuzcoano.


Zumaia se eleva sobre el mar y junto al río Urola

Y su Patrón es San Telmo protector y patrón de los navegantes

Zumaia limita al norte con el mar Cantábrico, al este con Getaria, al oeste con Deba y al sur con Zestoa y Aizarnazabal… Nosotros llegamos desde Zarautz, pasando por Getaria, en un precioso recorrido por la costa,así que lo primero que encontramos es la Casa Museo de Zuloaga, a la derecha, junto al Arenal y la playa de Santiago… así llamada por estar en el Camino de Santiago que transcurre por la costa.
 
Tres cosas nos han llamado especialmente la atención en Zumaia a través de los días que, en veranos sucesivos, hemos ido a visitarlo: el pequeño pero muy interesante Museo de Zuloaga, el desconocido del escultor Julio Beovide y los majestuosos, e inquietantes por su apasionante geología, acantilados sobre la playa de Itzurun que allí llaman “la playa del pueblo”.

El Museo de Zuloaga es la casa familiar del abuelo Esteban y del padre de la “saga” Plácido Zuloaga y es una joyita escondida, entrañable y bella, rodeada de un hermoso jardín donde actualmente vive su única nieta. En su estudio están algunos de sus cuadros y otros de su colección privada y hay una románica e íntima capilla, con una imagen de la dolorosa tan dolorida y real porque su modelo fue la joven viuda de un pescador con siete pequeños niños… En su colección privada admiramos obras de El Greco, Zurbarán y exquisitas piezas de arte antiguo.
 
También impacta el Cristo del altar obra de otro artista de Zumaia, Julio Beovides, que también es el autor del Cristo del altar mayor de la Basílica del Valle de los Caídos.


Por este sombreado y largo paseo se llega a su Museo-taller, junto al Faro, que en su día fue un lugar totalmente solitario donde el artistas se consagraba a su labor incansablemente.

Y a él nos dirigimos



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